Penedo de cima

 
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Pernambuco, Brasil

(2014)


Unidad y autonomía

Visita la comunidad de Penedo de Cima hoy, y verás a niños y adultos divirtiéndose en el campo de fútbol junto a la escuela local. No siempre fue así. El espacio, una vez conocido como un páramo, no tenía luces, estaba lleno de drogas y era el escenario de muchas luchas comunitarias. A pesar de los peligros, los niños todavía encontraron una manera de jugar fútbol.

La construcción del campo de fútbol comunitario le dio nueva vida al espacio y ayudó a pasar la página a los vecinos de la comunidad. El campo ahora sirve como un lugar de reunión seguro, un centro de entrenamiento local para la escuela de fútbol Jogada do Futuro y un punto focal de actividades positivas como capoeira, baile y clases de educación física para que toda la comunidad disfrute.

Además, la comisión local organiza campañas regulares de recaudación de fondos para garantizar el mantenimiento del campo. Nuevas capas de pintura salen a la superficie de juego y las reparaciones de las luces que lo rodean permiten que el juego se juegue día y noche, así como fiestas de cumpleaños y celebraciones infantiles para conmemorar el aniversario de la inauguración del campo.

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Durante el proyecto de love.fútbol, ​​la comunidad se capacitó para crear un espacio autosostenible, y la comisión local coordina los esfuerzos para mantener la cancha y realizar mejoras con cada año que pasa.

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Impacto

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"Ni siquiera soñé que habría un campo aquí. Cuando comenzó el proyecto, fui todos los días e intenté participar. Fui a ver la maquinaria trabajando. Quería participar porque sabía que algún día (el campo) me sería útil. Hoy en día, muchas personas vienen aquí todo el tiempo. Más personas juegan fútbol y nadie genera problemas, ni comienza peleas. Sabemos que hay personas que usan drogas en la comunidad, pero se detienen una vez que están jugando en el campo. Se detienen porque el deseo de jugar es mayor. Sin el campo jugábamos donde podíamos o nos quedábamos en casa. El fútbol me entusiasma y me hace feliz".

Izaque, 13 años.

Fue testigo de la transformación del espacio desde el principio.

 
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